jueves, 26 de enero de 2012

¿Dios?




¿Dios existe? Es una pregunta que seguramente nos hayamos hecho más de una vez a lo largo de nuestra vida. Hay millones de argumentos que defienden su existencia y otros tantos que la niegan. La creencia o no en Dios o de cualquier divinidad es un asunto personal y que no puede sernos impuesta desde fuera, por lo que es importante que reflexionemos sobre ello.  Lo primero en lo que debemos fijarnos es en que a lo largo de la historia de la humanidad siempre se ha poseído al menos un dios. Ya en la civilización egipcia se adoraba a multitud de dioses como Ra, Isis, Osiris… en la antigua Grecia encontramos una religión politeísta (Zeus, Poseidón, Hades…) que se refleja en la religión romana (Júpiter, Marte, Venus…). El ser humano siempre ha tendido a atribuir a uno o varios dioses la propia existencia y todos los fenómenos que le rodean, sobre todo los que no puede explicar. Numerosos filósofos como San Agustín, Santo Tomas o Descartes defienden la existencia de Dios, pero no solo la del dios cristiano; Averroes, filosofo árabe defiende la existencia de un dios aportando razones como la “providencia” por la que todo el mundo está dispuesto para la del hombre, siendo Dios el benefactor; o la “invención” que afirma que todo ha sido creado por  Dios. Descartes por ejemplo defendía la existencia de Dios por medio de tres razones: Dios es la causa de la propia existencia. Dios es perfecto, por lo tanto existe, ya que la existencia viene implícita en la propia perfección, no se puede ser perfecto sin existir. Por último Dios debe existir como causa de la idea de perfección en el ser humano, ya que este, imperfecto, no puede haber desarrollado algo más perfecto que sí mismo. Algo perfecto no puede provenir de algo imperfecto.
Sin embargo también hay filósofos que niegan rotundamente la existencia de divinidad alguna. Un claro ejemplo es Nietzsche con su famosa cita “Dios ha muerto”, o Schopenhauer.
Ahora bien, piensa en todo aquello que has visto, oído, olido, sentido o simplemente pensado. Imagínate solo, estando vivo solo por casualidad, imagínate que todo acaba. Que todo eso desaparece. Que tú desapareces. Ahora ve más allá, piensa acerca de cómo empezó todo, no solo tu vida, sino la vida en general, las cosas, el mundo. Tal vez una explicación aparentemente lógica sea la teoría del Big bang. Pero, en caso de que fuese cierta, ¿cómo puede haberse originado de la nada? Debe haber habido algo o alguien que la provocase, algo que sea más allá del tiempo o el espacio, que no haya nacido, ni que vaya a morir. Ese algo es Dios.  Piensa en cómo unos cuantos millones de átomos se han organizado para ser tú. Piensa por qué tú eres como eres y no como cualquier otra persona, ya que estáis formados por los mismos elementos, ¿no deberíais ser iguales? Pero no. Todo aquello que te diferencia de cualquiera, y no me refiero físicamente, es el alma. Una sustancia que ya existía antes de tener un cuerpo, antes de organizar minuciosamente a  millones de moléculas. Ese alma solo puede provenir de un Dios que la ha puesto allí. Somos una obra imperfecta de un ser perfecto, dudamos, nos equivocamos  ¿Pero no demuestra esta obra no perfecta la  imperfección de Dios?  Creo que no. Es nuestra propia imperfección, las diferencias entre todos nosotros lo que hace que la vida sea perfecta, porque esa es la verdadera obra perfecta de un ser perfecto.